En el principio, cuando el tiempo aún no era tiempo, y el mundo aún no era mundo, La llamada Semilla de la Vida fue sembrada en la recién nacida Ceom.

De la semilla mágica surgieron cuatro frutos: un Cisne, un Delfín, un Cuervo y un Lobo. Los cuatro seres tenían aspecto hibrido entre humano y animal: eran bípedos e inteligentes. A los cuatro se les concedió por naturaleza sembrar el mundo de Ceom de animales, de plantas, de seres vivos que siguieran el principio del equilibrio universal.

Al Cisne se le asignó la tarea de crear vida bajo la luz del sol; al Lobo, de establecer a los que vivirían bajo el pesado manto de la noche; el Delfín tuvo que poblar el mar y crear las plantas; y el Cuervo, el aire, los animales, y las quimeras, seres híbridos entre humanos y animales, los cuales podían ser cegadoramente hermosos o terroríficamente grotescos.

Al poco tiempo el Cisne creo a los Elfos y los Humanos, el Lobo a los señores de la noche, el delfín a los peces y a los gobernantes del mar, y el Cuervo al resto de animales y quimeras.

Los cuatro seres recorrieron Ceom, asignando un territorio a cada especie, quimera, animal o planta. Poblaron así Avira, Niuba, Kuah-dun y Aldra. Dieron vida a la Costa Blanca, al desértico Junharack y al Mar de Luz. Incluso el inmenso Océano de Amarna sintió la vida en sus profundas entrañas.

Durante un tiempo, el equilibrio se sostuvo. Los cuatro seres se sentían orgullosos del trabajo realizado. Creían que la misión para la que habían sido creados tocaba ya a su fin y que el nuevo mundo de Ceom conviviría en paz durante toda la eternidad.

Pero la eternidad es mucho tiempo, incluso para la paz.

Los señores de la noche, que con el tiempo fueron llamados <>, no tardaron en comprender que se hallaban en desventaja. Al habérseles asignado la oscuridad su tolerancia a la luz del sol era limitada. Por lo tanto también sus capacidades.

Al principio, los Señores de la noche eran muy similares a los humanos. Eran omnívoros, se alimentaban mayoritariamente de fruta y carne. Su dieta se veía sometida a la caza de bestias nocturnas y la recolección de frutos salvajes; pero jamás les importó, la noche les regalaba todo lo que necesitaban para sobrevivir.

Una noche, uno de los siervos recolectores se perdió y poco antes de ocultar su rostro se convirtió en el primer Señor de la Noche en presenciar un amanecer. Sus ojos no se mantuvieron abiertos mucho tiempo, ya que su cuerpo comenzó a llenarse de ampollas rápidamente, las cuales rápidamente estallaban y dejaban la piel en carne viva que a la luz del sol comenzaba a humear a desfigurarse y a causar un dolor por el que cualquiera imploraría la muerte, y sus parpados ardieron junto con el resto de la piel descubierta de su cuerpo. A pesar de ello el recolector sonrió satisfecho; casualmente, era el primer vampiro en contemplar el alba con los ojos desnudos, un privilegio que era reservado tan solamente para aquellos que no eran como él.

El amanecer le entusiasmó tanto que al día siguiente decidió morir desnudo contemplándolo por última vez, antes de quedar ciego y reducido a cenizas. Pero, antes de morir contó al resto de su especie la gran belleza del alba.

Y los Señores de la Noche, hasta entonces dueños de la oscuridad…, anhelaron la luz. Sintieron envidia de los humanos y los elfos. Ellos podían vivir bajo el fulgor del sol, podían cazar y recolectar y también cultivar. Eran mayores en número. ¡El mundo era suyo!

Con el tiempo los Señores de la Noche se rebelaron. Querían dejar de ser los tullidos de Ceom. Se organizaron y sembraron de trampas los montes y campos. Las trampas de día eran cotos privados de noche. Lugares cerrados en los que aprisionar a los animales, quimeras e incluso a los elfos y humanos con el único fin de alimentarse y divertirse dándoles muerte. Poco después descubrieron la sangre.

El fluido natural de los seres vivos les revitalizaba por dentro. Desconocían el motivo, pero las sangre les sentaba bien, les fortalecía y les hacia entrar en un extraño frenesí, en el que casi perdían la cordura y en el cual sus cuerpos adquirían longevidad y extrañas cualidades, por las que al final la permanencia en ese estado hizo que su especie mutara y ya no necesitaran beberla para encontrarse en el pero ya eran adictos y no podían alimentarse de otra cosa o sus cuerpos envejecían y desfiguraban. De ahí que comenzaran a llamarlos <> por la gran similitud con dicha especie de murciélagos. Mas descubrieron que ahora superaban a los humanos la inmortalidad ya le pertenecía a la noche… lo que hizo que aun se enfurecieran mas, era que por naturaleza los elfos ya poseían esa cualidad. Así pues la gente hermosa del día seguía siendo superior a ellos. Su estilo de lucha era más potente y elegante, si vida igual de larga, eran más hermosos y más sabios y por ello aun los odiaban más que a los humanos.

Comenzaron a sabotear sus magnificas construcciones, asaltaban los pueblos mas desprotegidos cuando sabían que los elfos se encontraban en su “sueño en vigilia” donde la debilidad los hacían las victimas perfectas y llegaron a cometer crímenes tan horrendos como la mutilación de mas de un centenar de niños delante de familiares y vecinos. Acto seguido torturaron a todo los habitantes hasta arrasar con todo el pueblo.

Se sintieron poderosos… y decidieron combatir tanto a humanos como elfos hasta conseguir exterminarlos a todos y que el mundo les perteneciera. Varias especies de quimeras se unieron a sus ejércitos, al igual que los toros, los órices y los hombres-gato. Algunos por ambición, otros por miedo.

Los unos atacaban y los otros se defendían. Pero llego el dia en el que tanto humanos como elfos consideraron justo atacar antes de ser ofendidos. Y así, ante la triste mirada de los cuatro seres que los habían creado, la primera Gran Guerra de los Vientos despertó todo su poder devastador.

A la precursora se le llamó la Guerra de los Vientos del Sur, porque fue en las Colinas del Sigilo donde se desató la Primera Gran Guerra. Y allí, el Viento del Sur silbaba entre las protuberancias del terreno produciendo un silbido similar al de la demanda de silencio.

El cielo de tiñó de rojo sangre. Las nubes se vieron salpicadas por los últimos rayos del sol del atardecer. A ambos lados del valle, dos ejércitos tomaban posiciones. El de la izquierda el de los seres diurnos, murmuraba inquieto. Plegarias dedicadas a la naturaleza. Palabras de ánimo a sus compañeros. El de la derecha, el de los seres nocturnos, permanecía en el más absoluto silencio.

Los primeros callaron y los segundos sonrieron sádicamente. El líder de los Señores de la Noche era un hombre de figura alta y escuálida, engalanado con ropajes que le cubrían casi la totalidad de su cuerpo, dejando al descubierto unos amenazadores ojos de vampiro. Ronroneo como lo haría un gato satisfecho, rompiendo el silencio del valle.

Miles de escalofríos recorrieron las espaldas del ejército contrario. Temían al desgarrador grito que anunciaba el inicio de la batalla. El principio de la batalla y el fin de la paz.

El vampiro hizo una señal a uno de sus siervos. El más joven, y lanzó al aire una especie de bumerán metálico, que cruzó el valle degollando una nube en forma en forma de albatros, sobrevoló las cabezas de hombre, elfos y quimeras, y acertó finalmente en el corazón del Delfín.

Una de sus afiladas hojas se clavo en el pecho del pez con aspecto humano. A pesar de estar erguido y cubierto por una fuerte coraza de plata y acero, el arma quebró la armadura alcanzando su órgano vital más preciado. El Delfín se desplomo mirando pávido a sus compañeros. Segundos después, sus ojos se tornaron blancos y su corazón dejo de latir para siempre. Un revelador rastro de sangre daría inicio a la Primera Guerra de los Vientos.

Las Colinas del Sigilo estaba dispuestas y uno de sus valles quizás el mas bellos, seguro el mas estrecho, se dispuso como definitivo campo de batalla. El valle que separaba Erasthi de Luminium.

Los frutos de la semilla no pudieron hacer nada ese día. Eran seres creadores no guerreros. Presenciaron el principio de la guerra pretendiendo permanecer ajenos a la batalla, pero tras la muerte del Delfín decidieron huir para no caer como su compañero.

Pasaron largos los días, las semanas, los meses y, antes de cumplir el año, la guerra acabo con una fatídica cacería. Los vampiros y las quimeras, que se unieron rastreramente a su bando, persiguieron a los tres supervivientes de la Semilla de la Vida dándoles caza vilmente.

Cayo así el Lobo, después el Cuervo y finalmente el Cisne, que fue ahorcado en un sauce.

Pero algo pasó en ese sauce, pues antes de exhalar su último suspiro el Cisne creó un fruto con su magia. Una nueva semilla que contenía todo su poder que se dividiría en dos mitades opuestas y esas dos mitades en otras dos. Cuatro mitades iguales y opuestas, originando las semillas de la Redención y las semillas de la Destrucción.

De estas deberían nacer cuatro frutos, eternos antagonistas que tratarían de dominar el mundo para rehacer o destruir el equilibrio.

Y de la búsqueda de esas semillas y la perdurabilidad de ese equilibrio… trata nuestra historia. La historia del mágico Mundo de Ceom. Una historia que marcará la vida de los habitantes de estas tierras… Recordando el pasado entre las espesas brumas.